ANTEDECENTES – En un mundo líquido, tecnológico y ávido, la música solicita, temerariamente, a su público que reúna los cuerpos en un mismo espacio, que permanezcan juntos, atentos, mientras en el escenario, la caja de resonancia poética, se hace la luz y otros hombres y mujeres comparten allí un fragmento de experiencia humana. Marina Garcés afirma que pensar es interrumpir la actividad del mundo para percibir y comprender. Las músicas nos piden acallar el ruido del mundo para percibir y tratar de comprender.
Sin embargo, los espectadores que llegan hoy en día a las salas de conciertos han sido transformados por procesos de individuación vinculados a la interconexión telemática. Vivimos todos, la continuidad, entre lo ausente y lo presente, que favorecen los dispositivos electrónicos. «El mundo deja de ser un todo ordenado de presencias materiales siempre disponibles y utilizables para dejarse leer a través de la metáfora de la trama, de una urdimbre o ensamblaje de redes intercomunicadas que se solapan y entrecruzan», nos dice Gabriel Aranzueque. Las artes de la representación reciben espectadores que están desde hace tiempo cerca de lo lejano y lejos de lo presente. Esto ha modificado tanto nuestra afectividad como nuestras formas de recepción. ¿Qué han de hacer las artes ante esta transformación de los espectadores? ¿Qué significan además las artes performativas para jóvenes que han vivido vidas ya enteramente digitales? ¿Qué pueden las músicas ante los voraces poderes, las insoportables violencias, la depredación de la Tierra hasta hacerla inhabitable? ¿Cómo puede seguir utilizando su potencia -la imaginación reflexiva, su ontología estética- para hacer estas heridas al menos presentes ante el aluvión de datos? ¿Y cuántas mutaciones podrá asumir para sobrevivir sin dejar de ser escena, como en la Paradoja de Teseo? Si queremos responder a estas cuestiones, debemos plantearnos las artes de la representación y su lugar en el mundo.
¿Es la hibridación digital un ejemplo de «contaminación benéfica», de feliz corrupción poética de “unas artes anquilosadas? O acaso, ¿no será esta escena ‘online’ un ejemplo de «espectáculo híbrido, conglomerado sin médula ni integridad»?
En cualquier caso, es imposible que las artes vivan de espaldas a la sociedad digitalizada. Por tanto, son inevitables y hasta necesarios los procesos de hibridación entre el “en vivo” y lo virtual. Como propone Bragança de Miranda, «la crítica al dispositivo telemático, que nos envía permanentemente órdenes y obligaciones, pasa por intervenir en él, por hacerlo visible. Esa tarea es artística, pues sólo las artes confieren visibilidad, y política, pues sólo políticamente es posible establecer criterios para decidir sobre el porvenir». Teresa Oñate nos recuerda que una respuesta humanista a nuestras crisis «necesita la Red y las nuevas tecnologías digitales, no metafísicas, no transcendentes, sino ámbitos inmanentes del espíritu universal de la paz, como lugar espacial-temporal (sincrónico) del alma del mundo comunicativo, la amistad, el conocimiento, la creatividad, las artes y las ciencias».
Aquí sigue la música, en pie todavía, pidiendo, temeraria, que volvamos a juntar los cuerpos.
Además, la crisis de las industrias culturales ante la emboscada de lo virtual es percibida por otros como una ocasión de renovación. Los dispositivos telemáticos generan espacio interpersonal, producen espacios espontáneos y audiencias móviles.
Si la noción de lo presencial desapareciera de nuestras vidas aparecerían nuevas preguntas: ¿en qué nos convertiremos si se culmina la desaparición programada de todos los espacios de reunión ciudadana, política y poética? ¿Quiénes seremos cuando no seamos capaces de permanecer en silencio, de concentrar nuestra atención en algo que ocurre frente a un Nosotros ligado por el aura de una ‘performance’? ¿Qué seremos cuando nuestro cuerpo somático quede definitivamente subordinado al cuerpo tecnológico? ¿Qué poder empleará contra nosotros nuestros datos, nuestra privacidad convertida en combustible, nuestras hipóstasis virtuales? ¿Quién nos protegerá de las formas aún adolescentes y ya enajenantes del capitalismo digital? Sobre el ‘online’: ¿qué legislación amparará los derechos laborales de los creadores en el espacio virtual, quién asegurará su retribución justa, su supervivencia?;¿qué mecanismos de censura tecnológicos e inmediatos pueden establecerse en esos nuevos espacios?
Para poder compartir estas preguntas , y pensando en ese “cómo nos cambia la vida” aquí sigue la música, en pie todavía, pidiéndonos, temerario, que volvamos a juntar los cuerpos y nos detengamos todavía, que nos miremos todavía, que tratemos de comprendernos todavía, y que permanezcamos aún juntos, tratando de cuidar de un vínculo aún posible, aquel que nos hace humanos.
JUSTIFICACION – En el mundo, anualmente, los productores y grupos artísticos tienen múltiples citas en mercados o ferias artísticas ya establecidas (diferentes a los festivales tradicionales). Son estos eventos en los que se conjugan el arte y los negocios;se conocen las tendencias de los mercados;se establecen contactos y se intercambian bienes y servicios de la cultura. Circulart se ha consolidado en el panorama internacional como la cita de negocios de la música más importante de Latinoamérica, y está asociada a redes, circuitos y plataformas internacionales del mayor prestigio (WOMEX, ADIMI, BIME).
CIRCULART, otras conferencias mercados y festivales son denominados eventos que configuran su campo ya que generan un alto nivel de influencia al reunir a importantes perfiles internacionales, ponerse de acuerdo en preocupaciones y problemáticas comunes, e incluso la posibilidad de perfilar una agenda o difundir una idea.
Es en el intercambio de los productos de la cultura donde la diversidad cultural alcanza su verdadero significado lo que hace que sea esta una oportunidad excepcional para la música colombiana y sus perspectivas de sostenibilidad a través de la circulación en los escenarios mundiales, y el intercambio con la oferta latinoamericana., Circulart, el Mercado Cultural de la Música Latinoamericana, que se realiza anualmente en Medellín, Colombia, es una iniciativa de desarrollo productivo de las expresiones musicales del espacio cultural latinoamericano, que tiene como objetivo servir de plataforma y proyección de la diversidad cultural colombiana y latinoamericana hacia el mundo. El mercado, al cual definimos como el espacio donde actúan oferta y demanda de productos artísticos, resaltando su valor como objetos culturales únicos e irrepetibles, considerarse el valor agregado más importante que exista en producto alguno, reúne en un solo lugar artistas/emprendedores, empresarios, académicos, periodistas, emprendedores de la cadena de valor de la música, sellos disqueros y múltiples organizaciones que trabajan en el marco de la convergencia de la cultura y los negocios, para establecer un diálogo proactivo sobre el desarrollo de la industria musical., Proyecto claramente sustentado, magistralmente escrito, con objetivos, justificación, antecedentes y descripciones excepcionales. Muy consistente y coherente.